El hecho de que estemos saturados de información televisiva de pueblos quebrados nos hace ajenos al dolor del otro. Hace que, poco a poco, nos vayamos escondiendo bajo una capa impermeable de anestesia social que pretende protegernos de lo que no nos debe pertenecer: la incertidumbre y la soledad.
¡Ojalá nunca se vean ustedes como todas esas familias sin esperanza! ¿Se han puesto a pensar que sería de ustedes si de repente se encuentran sin trabajo y con hijos, sin consuelo y con rabia, sin raíces y con rechazo? Por supuesto que algún aire les ha llegado, pero es más fácil ignorarlo.
En nuestro programa en España pretendemos dar una ayuda, una esperanza, a quien no la tienen. Quizás sólo sea un gesto, quizás no lleguemos a muchos, pero el movimiento se demuestra andando, y para llegar al horizonte hace falta comenzar por un paso.